top of page

Terapia cognitiva

 

Posee una base psicoanalítica, de la que se toman ciertos conceptos y métodos para esta. En un principio las terapias cognitivas tenían similitud a la técnica introspectiva, ya que buscaban modificar la conducta del paciente.  Otra parte de la teoría menciona que a diferencia de la teoría psicoanalítica, en la que los sucesos inconscientes son casi imposibles de acceder para el individuo, mientras que en la teoría cognitiva estos pueden volverse conscientes con el trabajo de terapia.

 

Beck menciona que la  terapia  cognitiva  comparte  con  los  psicoanalistas  la  idea  de  que  en  el tratamiento  de  los  trastornos  de  la  personalidad  es  por  lo  general  más  productivo  identificar  y  modificar  los  problemas  "nucleares". 

Estos problemas nucleares son generalmente más difíciles de modificar, ya que están compuestos por creencias que en la mayoría de los casos son vistas como únicas y verdaderas.

 

De acuerdo a la teoría la personalidad es una organización estable compuesta factores biopsicosociales. Esto en cuanto a que el individuo nace, y ya tiene factores biológicos que ayudaran a la conformación de su personalidad, como el temperamento que le atribuyen cierta probabilidad a rasgos de personalidad. Factores psicológicos, como los procesos mentales, atención, memoria, percepción, razonamiento, etc. Y factores sociales, que son determinados por el ambiente social en el que se desarrolla.

 

Teoría de los trastornos de la personalidad

 

Iniciamos  con  una  explicación  especulativa  del  modo  como  los  prototipos  de nuestras  pautas  de  personalidad  pueden  derivarse  de  la  herencia  filogenética.  Las  "estrategias" genéticamente  determinadas  que  facilitaron  la  supervivencia  y  la  reproducción  fueron presumiblemente  favorecidas  por  la  selección  natural. La  evaluación de las exigencias particulares de una situación es anterior y desencadena una estrategia adaptativa (o inadaptada).

La manera de evaluar una situación depende por lo menos en parte de las creencias  subyacentes  pertinentes.  Esas  creencias  están  insertadas  en  estructuras  más  o  menos estables,  denominadas  "esquemas",  que  seleccionan  y  sintetizan  los  datos  que  ingresan.

Algunas de estas estrategias genéticamente determinadas primarias o básicas, en cuanto a la evolución de las mismas, es  que anteriormente en la prehistoria el individuo mataba al animal para comer, esta estrategia de acción iba encaminada a su propia supervivencia y era correcto en cuanto al tiempo y lugar en el que se presentaba y las creencias que tenía.

 

Beck menciona que al  asignar  significados  a  los  acontecimientos,  las  estructuras  cognitivas inician  una  reacción  en  cadena  que culmina  en los tipos  de  conducta  abierta  (estrategias)  que se atribuyen a los rasgos de la personalidad. Las pautas conductuales que comúnmente adscribimos a los  rasgos  o  disposiciones  de  la  personalidad  ("honesto",  "tímido",  "sociable"),  representan  en consecuencia  estrategias  interpersonales  desarrolladas  a  partir  de  la  interacción  entre  las disposiciones innatas y las influencias ambientales. La  vulnerabilidad  cognitiva  se  basa  en  creencias extremas, rígidas e imperativas. En un terreno especulativo, pensamos que esas creencias disfuncionales se originan en la interacción de la predisposición genética del individuo con su  exposición  a  influencias  indeseables  de  otras  personas  y  a  hechos  traumáticos específicos.

 

Entonces, los rasgos de personalidad se desarrollan tanto biológica como socialmente, estrategias que sirven para realizar conductas determinadas a ciertos estímulos o situaciones con cierta congruencia. Entonces cuando hay una incongruencia entre la parte predispuesta biológicamente con la interacción social o los factores ofrecidos por el ambiente, el individuo puede desarrollar creencias disfuncionales. Que lo llevaran al desenvolvimiento de una patología o trastorno de la personalidad.

 

La evolución de las estrategias interpersonales

 

Podemos comprender mejor las estructuras, funciones y procesos de la personalidad si examinamos las actitudes, los sentimientos y la conducta  a la luz de su posible relación con estrategias etológicas. Es  razonable considerar que en nuestros procesos automáticos (el modo como construimos los acontecimientos, sentimos  y  nos  disponemos  a  actuar)  influyen  procesos  cognitivo-afectivo motivaciona-les antiguos. Así, las estrategias de predación,  competencia  y  sociabilidad  que  fueron  útiles  en  entornos  más  primitivos  ya  no  se adecúan al sistema actual de una sociedad altamente individualizada y tecnológica, con su propia organización cultural y social especializada. 

 

Las personas le dan un significado a los sucesos que se desarrollan, a la cual tiene una reacción que pasa por un proceso de análisis para desencadenar en una conducta o estrategia.

En los seres humanos, el término "estrategia" puede aplicarse análogamente a formas de conducta que  pueden  ser  adaptativas  o  inadaptadas,  según  las  circunstancias.  El  egocentrismo,  la competitividad,  el  exhibicionismo  y  la  evitación  de  lo  desagradable  pueden  ser  adaptativos  en ciertas situaciones, pero muy inadaptados en otras. Puesto que sólo podemos observar la conducta  manifiesta de las otras personas, surge el interrogante de cómo están relacionadas con las estrategias nuestros  estados  inconscientes  (pensamientos,  sentimientos  y  deseos).  Si  examinamos  las  pautas cognitivas  y  afectivas,  advertimos  una  relación  específica  entre  ciertas  creencias  y  actitudes,  por una parte, y la conducta por la otra.

La interacción entre lo genético y lo interpersonal

 

Con independencia del origen final de los prototipos genéticamente determinados de la conducta humana,  hay  pruebas  firmes  de  que  ciertos  tipos  de  temperamentos  y  pautas  conductuales relativamente  estables  ya  están  presentes  desde  el  nacimiento  (Kagan,  1989).  Lo  mejor  es considerar  esas  características  innatas  como  "tendencias"  que  la  experiencia  puede  acentuar  o atemperar.  Además,  entre  las  pautas  innatas  del  individuo  y  las  pautas  de  otras  personas significativas puede establecerse un ciclo continuo de refuerzo recíproco.

En realidad, según nuestra teoría los programas  integrados  cognitivo-afectivo-motivacionales  son  los  que  deciden  la  conducta  del individuo  y  lo  hacen  distinto  de  las  otras  personas. En  los  niños  mayores  y  en  los  adultos,  la timidez, por ejemplo, deriva de una infraestructura de actitudes del tipo de "es peligroso exponerse", un umbral bajo para la angustia en las situaciones interpersonales, y la tendencia a titubear frente a extraños  o  personas  que  se  acaban  de  conocer.  Esas  creencias  se  fijan  como  consecuencia  de  la repetición de experiencias traumáticas que parecen confirmarlas.

 

Cada individuo tiene un perfil único de personalidad, integrado por factores cognitivo, afectivo y motivacional, que en base a la frecuencia de determinadas experiencias presentara diversas probabilidades de respuesta hacia estos en situaciones similares.

Alguien  que  ingresa  en  un  grupo  en  el  que  hay  gente  que  no  conoce  quizá  piense:  "Parezco estúpido",  y  vacile.  Otra  tal  vez  reaccione  con  el  pensamiento  "Puedo  resultarles  divertido". Otra puede pensar: "No son amistosos y es posible que pretendan manipularme", por lo cual estará en guardia.  Cuando  los  individuos  tienen  diferentes  respuestas  características,  éstas  reflejan importantes  diferencias  estructurales  representadas  en  sus  creencias  o  esquemas  básicos.

 

En el texto anterior podemos identificar claramente como dependiendo de las diferentes experiencias previas de cada individuo y el grado de significado positivo o negativo que se le da, será como el individuo interpretara dichas situaciones y entonces tendrá una respuesta, respuesta que probablemente se repita de la misma manera ante situaciones similares en un futuro. También en estas situaciones en el futuro habrá pensamientos automáticos y creencias que sobresaltaran cuando se presente dicha situación. Podríamos poner otro ejemplo, como cuando se burlaban de ti en la primaria por equivocarte en algún ejercicio de lectura en voz alta o algo similar, entonces probablemente de ahí en adelante en cada situación donde tenga que hablar al frente de un grupo de personas tendrá pensamientos automáticos e ideas o creencias específicas sobre esa situación, como “se burlaran de mi” “parezco una tonta” o “soy una tonta porque siempre me equivoco cuando hablo”.

 

Las creencias básicas pueden varias dependiendo de cada individuo ante cada situación, estas variaciones son lo normal en las personas con una personalidad estable o saludable. En las personalidades patológicas o trastornos de la personalidad, los individuos presentan creencias mucho más marcadas o que no son del todo compatibles con la realidad.   

 

El origen de las creencias disfuncionales

 

Puesto  que  las  pautas  de  personalidad  (cognición,  afecto  y  motivación)  de  las  personas  con trastornos  de  la  personalidad  presentan  desviaciones  respecto  de  las  otras  personas,  surge  el interrogante  de  cómo  se  desarrollan. Un  paciente  predispuesto  por  naturaleza  a  reaccionar  en exceso a los rechazos más comunes de la niñez, puede desarrollar una autoimagen negativa ("No  merezco  ser  amado").  Esa  imagen  queda  reforzada  si  el  rechazo  es  muy  fuerte,  reiterado,  o  se produce en un momento de particular vulnerabilidad. Con la repetición, la creencia se estructura.

Las creencias disfuncionales surgen por situaciones vivenciadas por el individuo como traumáticas.

 

Características de los esquemas

 

Los esquemas son estructuras que nos sirven para analizar, organizar, seleccionar la información que recibimos del mundo, a partir de esto darle un significado a esta situación o experiencia que percibimos. Tenemos esquemas innatos, de base o básicos, que son los cognitivos, afectivos, motivaciones o instrumentales, de acción y control. Los esquemas están compuestos por creencias.

Diferentes  tipos  de  esquemas  tienen  diferentes  funciones.  Por ejemplo, los esquemas cognitivos tienen que ver con la abstracción, la interpretación y el recuerdo; los  esquemas  afectivos  son  responsables  de  la  generación  de  sentimientos;  los  esquemas motivacionales se relacionan con los deseos; los esquemas instrumentales preparan para la acción, y los esquemas de control están involucrados en la autoobservación y la inhibición o dirección de las acciones.

Los  esquemas  tienen  cualidades  estructurales  adicionales,  como  la  amplitud  (son  reducidos, discretos  o  amplios),  la  flexibilidad  o  rigidez  (capacidad  para  la  modificación)  y  la  densidad (preeminencia  relativa  en  la  organización  cognitiva).

En  los  trastornos  de  la  personalidad,  los  esquemas  forman  parte  del procesamiento de la información normal, cotidiano.

 

Los sistemas de estructuras entrelazadas (esquemas) son los responsables de  la  secuencia  que  va  desde  la  recepción  de  un  estímulo  hasta  el  punto  final  de  una  respuesta conductual. La integración de los estímulos ambientales y la formación  de una respuesta adaptativa depende de esos sistemas entrelazados de estructuras especializadas. En la memoria, la cognición, el afecto, la motivación, la acción  y el control, participan sistemas separados pero relacionados.

 

De la percepción a la conducta

 

Entre los componentes básicos de la organización de la personalidad hay secuencias de diferentes tipos de esquemas que actúan como una línea de montaje. Para simplificar, se puede considerar que esas  estructuras  operan  en  una  progresión  lineal  lógica.

Por  ejemplo,  la  exposición  a  estímulos peligrosos activa el correspondiente "esquema de peligro", que comienza a procesar la información. Después se activan en secuencia los esquemas, afectivo, motivacional, de acción y de control. La persona  interpreta  la  situación  como  peligrosa  (esquema  cognitivo),  siente  ansiedad  (esquema afectivo),  quiere  alejarse  (esquema  motivacional)  y  se  moviliza  para  huir  (esquema  de  acción  o instrumental). Si juzga que la huida es contraproducente, puede inhibir ese impulso (esquema de control).

 

El sistema interno de control

 

Sabemos que las personas no ceden a todo impulso, ya sea que se trate de reír, llorar o golpear  a  alguien.  Otro  sistema  —el  "sistema  de  control"—  opera  en  conjunción  con  el sistema de acción para modular, modificar o inhibir impulsos. Este sistema también se basa en creencias, muchas de las cuales  —o la mayoría—  son realistas o adaptativas. Mientras que los impulsos constituyen los "quiero", esas creencias constituyen los "hacer" o “no hacer”. Ejemplos de tales creencias son "Está mal pegarle a alguien más débil o  más  grande  que  tú",  "Debes  respetar  a  las  autoridades",  "No  debes  llorar  en  público".  Esas creencias  se  traducen  automáticamente  en  órdenes:  "No  pegues",  "Haz  lo  que  se  te  dice",  "No llores".

 

Tenemos dos tipos de creencias, creencias centrales o nucleares y creencias periféricas. En las creencias centrales se encuentran las ideas, información o sucesos que son interpretados como verdades absolutas sobre sí mismo o los demás.  Estas son difíciles de modificar, pero mediante terapia cognitiva es posible. Las creencias periféricas son aquellas con conocimiento e información que rigen nuestra conducta, con normas, pautas de comportamiento.

El sistema de control nos ayuda a no ceder a cualquier impulso, nos permite analizar la situación y valorar las posibilidades, ventajas y desventajas que traen como consecuencia cada situación, y en base a esto realizar una conducta determinada y no otra.

 

Las funciones de control pueden dividirse en las relacionadas  con la autorregulación  —esto es, dirigidas  hacia  adentro—  y  las  involucradas  en  la  relación  con  el  ambiente  externo,  primordialmente el entorno social. Los  procesos  autorregulatorios  de  particular  importancia  para  los  trastornos  de  la  personalidad  tienen  que ver con el modo como las personas se comunican consigo mismas. Las comunicaciones internas consisten en la autoobservación, la autoevaluación y autopercepción, las advertencias y las instrucciones  dirigidas  a  uno  mismo.

Las autopercepciones y autoevaluaciones son métodos importantes para determinar si uno "va por buen  camino".  La  autopercepción  simplemente  representa  la  observación  de  sí  mismo;  la  autoevaluación implica formular juicios sobre el propio  valor: bueno-malo, digno-indigno, amable rechazable. Las auto-evaluaciones negativas son claramente visibles en la depresión, pero pueden operar de una manera más sutil en la mayoría de los trastornos de la personalidad.

 

En el funcionamiento normal, este sistema de autoevaluaciones y autoestimaciones actúa más o menos automáticamente. El individuo puede no percatarse de esas señales de sí mismo a menos que centre en ellas específicamente su atención. Entonces esas cogniciones pueden representarse en una forma particular denominada "pensamientos automáticos" (Beck, 1967). Como ya se ha observado, los pensamientos automáticos se vuelven hipervalentes en la depresión y se expresan en ideas tales como "Soy indigno" o "Soy indeseable".

bottom of page